El  Senado avaló en lo general y particular la Ley Federal de Austeridad  Republicana, reformas y disposiciones a la Ley General de  Responsabilidades Administrativas y a la Ley Federal de Presupuesto y  Responsabilidad Hacendaria. Los dictámenes se enviaron de regreso a la  Cámara de Diputados. De inmediato surgió la polémica por la posible  aprobación de una “partida secreta” que podría ser usada a discreción  del Ejecutivo federal.
 Y es que el artículo 61 de la Ley Federal de Presupuesto y  Responsabilidad Hacendaria establece que los ahorros que se generen como  resultado de las medidas de austeridad, podrán ejercerse, “en los  términos, de las disposiciones generales aplicables a los programas del  ejecutor del gasto que los genere. Por cuanto hace al Poder Ejecutivo,  que los ahorros se destinarán a los programas previstos en el Plan  Nacional de Desarrollo o al destino que por decreto determine el  titular”.
 Esta redacción, sin duda ambigua, puede abrir la puerta a decisiones  discrecionales que deben regularse, transparentarse e informar de manera  clara los criterios en las decisiones que se tomen en cada una de las  instancias ejecutoras de ese gasto. Para poder justificar el uso que se  dé a esos recursos, se requiere que el Plan Nacional de Desarrollo tenga  muy claro lo que medirá, los objetivos que se quieren perseguir durante  esta administración y reforzar esquemas de transparencia y rendición de  cuentas que permitan dar un seguimiento puntual a cada peso ahorrado  por estas medidas. Esta condición, no se cumple con lo que hoy se tiene  sobre la mesa en materia de planeación para el sexenio.
 Es por ello que la polémica sobre la posible existencia de una “partida  secreta de facto” puede ser justificable. En medio de un contexto, donde  por años se han tomado decisiones discrecionales y que no han  favorecido a los que más lo necesitan; en el que el ejercicio de la  cuenta pública ha sido opaco, es urgente que dar certeza de una toma de  decisiones con base en un proceso planeado, serio y que tenga muy claros  los beneficios que quieren generarse.
 Los ahorros son bienvenidos, siempre y cuando no se pierda el rumbo del  país, se vulneren derechos y se debiliten a las instituciones. El riesgo  de que estos recursos sean utilizado con fines político-electorales  estará latente mientras no haya reglas claras de cómo se asignarán y  ejercerán.   
Liliana Veloz Márquez
Directora Ejecutiva
Red por la Rendición de Cuentas
			
					
		
	
	


















































