Vivimos una crisis de violencia desde hace casi 15 años, siendo uno de sus efectos más visibles y dramáticos la desaparición de casi 100 mil personas, 1 que viene aparejada a una crisis forense que a la fecha suma 52 mil cuerpos sin identificar2 Esta crisis nos requiere complejizar el acercamiento a fenómenos como los descritos anteriormente: sí, para entender las causas y a partir de allí construir las transformaciones estructurales que se deben mantener en el tiempo, pero también para comprender los mecanismos que obstaculizan la impartición y administración de justicia aquí y ahora.

Por lo anterior, es preciso que ciertas preguntas que, desde el análisis de la violencia que hacemos desde sociedad civil están suficientemente (o al menos, coherentemente) respondidas, se traduzcan al menos en pautas de acción, hipótesis de investigación y búsqueda; es decir, en elementos que cimenten procesos reales de acceso a la verdad y la justicia.

Por ejemplo, ¿qué quiere decir que redes macrocriminales perpetúan la violencia en México? Teórica y técnicamente, comprendemos que, contrario a cómo se piensan mecanismos simples de cooptación de grupos criminales en el Estado, 3 en las redes macrocriminales operan actores estatales y criminales sirviendo simultáneamente a fines políticos y económicos en territorios localizados, apoyándose a tal grado que a veces son actores indistinguibles entre sí. Esto es muy útil y puede documentarse, señalarse, exhibirse.

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