Quien hizo la llamada fue Luis Enrique Miranda, subsecretario de Gobernación. Informó a su jefe que los estudiantes no estaban dispuestos a enviar una representación para dialogar. Eran 25 mil estudiantes los que querían sacar al secretario de sus oficinas en el palacio de Covián.

‘¡Que salga Chong!’ Coreaban frente a un templete montado por trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas, ubicado en la calle de Ayuntamiento. Miranda intentó negociar con los líderes de la marcha politécnica pero la respuesta fue rotunda: el secretario o nadie.

Las opciones que tenía Osorio Chong eran pocas. Si él no accedía, aquel movimiento iba a seguir creciendo. Dos días después se conmemorarían 46 años de la represión estudiantil de 1968 y la memoria antigua, junto con el enojo presente, cocinaban un mal augurio.

‘¿Hay condiciones?’ Preguntó Osorio a Miranda por teléfono. ‘Las hay,’ respondió escueto el subsecretario. ‘Voy para allá,’ anunció ya sin dudar.

Cinco días antes, en una reunión con diputados, el secretario comentó que el diálogo era la única salida para el conflicto. El lunes 29 de septiembre Miranda recibió en su oficina a doce líderes del movimiento estudiantil y ofreció que, un día después, los atenderían con un pliego petitorio para conversar en el Salón Juárez de la secretaría de Gobernación.

El problema vino más tarde, cuando la asamblea del movimiento desconoció a esos representantes y definió que ya no nombraría a otros. Acaso entre los estudiantes ganó la desconfianza. Sin embargo, ahí optaron por tomar la palabra a la autoridad en lo demás y por ello se convocó a una movilización para la tarde siguiente.

El martes, a las cinco treinta, cuando vio llegar una marcha sin liderazgo visible, el subsecretario Miranda intentó hablar con los estudiantes. Subió al templete del SME pero lo abuchearon. El movimiento exigía diálogo sin intermediarios.

En la oficina del secretario hervían mientras tanto argumentos encontrados. Osorio pertenece a esa generación que todavía recuerda la pedrada contra Luis Echeverría Álvarez de marzo de 1975 en la UNAM.

Sin embargo los informes del CISEN eran alentadores. Gracias a una organización eficaz, el movimiento supo neutralizar a los agentes irruptores. Los muchachos querían demostrar que Yoloxóchitl Bustamante, entonces directora del IPN, se equivocó cuando dijo que la suya era una causa de porros infiltrados.

De su lado, el equipo del secretario recordó los errores que durante la campaña de Peña Nieto se cometieron en la Universidad Iberoamericana y que luego darían lugar al movimiento #Yosoy132.

Al final Osorio tomó la decisión de abandonar la oficina y dejó dentro su saco. Salió de Covián utilizando una puerta que pocas veces se abre y que da a la avenida Bucareli. Habrá recordado en ese momento cuando, siendo secretario de gobierno en Hidalgo, por allá del 2000, se enfrentó a un movimiento similar de estudiantes normalistas del Mexe. Estos jóvenes no podían ser más conflictivos que aquellos.

Aprovechando la experiencia instruyó a su jefe de seguridad para que lo dejara solo. No quiso arriesgarse a un mal entendido entre sus guaruras y los manifestantes. A mitad de camino se encontró con Miranda y otros dos funcionarios de la secretaría.

Juntos arribaron al templete. Los estudiantes se sorprendieron por la disposición del funcionario, pero también por el tono muscular que su movimiento había logrado.

Para el secretario era fundamental dejar atrás la torpeza política. Por ello abrió su intervención reconociendo al movimiento, sus causas y sus reclamos. También pidió una disculpa por la incapacidad de escucha de otras autoridades. Ello sirvió para que los estudiantes cedieran cuando se ofreció analizar el pliego petitorio. Habrá respirado hondo Osorio al darse cuenta de que podría saltar la emblemática fecha del 2 de octubre.

Este episodio arrancó aplauso para el secretario que supo improvisarse en un diálogo público. Sin embargo, tal cosa habría sido imposible si el movimiento politécnico no hubiera mostrado, a la vez, civilidad y garra política.

Zoom. La policía local de Jalisco apresó ayer a ocho sujetos supuestamente implicados en el secuestro y asesinato del diputado Gabriel Gómez Michel. Corre el rumor de que entre los detenidos hay agentes de la PGR que podrían ser parte del Cártel Nueva Generación. Aun si la autoridad aclaró que las acreditaciones de los presuntos son falsas, cabe esperar que el pleito entre Jesús Murillo Karam y el procurador estatal, Luis Carlos Nájera, siga alimentando la noticia.